Espeto de Sardinas

Según los expertos en gastronomía local, no se puede abandonar Málaga sin haber probado un espeto de sardinas “amoragás”: es decir, jugosas por dentro, pero no quemadas. Acompañadas de pimientos asados, o de un tomate picado con ajo, las sardinas asadas en espeto son marineras en esencia; no en vano, como mejor se comen es junto al mar, en el merendero.

ESPETO DE SARDINAS "AMORAGÁS"

Según los expertos en gastronomía local, no se puede abandonar Málaga sin haber probado un espeto de sardinas “amoragás”: es decir, jugosas por dentro, pero no quemadas. Acompañadas de pimientos asados, o de un tomate picado con ajo, las sardinas asadas en espeto son marineras en esencia; no en vano, como mejor se comen es junto al mar, en el merendero. La sardina alimentó a los griegos, y compuso parte del famoso garum romano. Horacio Lengo ya pintaba a unos niños asando espetos en su cuadro “La moraga” (1879), si bien el origen del espeto está asociado al de los chiringuitos playeros. Fue en 1882 cuando Miguel Martínez Soler, desde El Palo, empezó a ensartar las sardinas en cañas para asarlas en la arena. Hasta hoy.

Los “amoragadores” han ido transmitiendo esta manera de asar el pescado de una generación a otra, desde que Martínez Soler arrancara con la tradición en La gran parada, chiringuito por el que pasó el mismísimo Alfonso XII en 1885. Ambos protagonizaron la famosísima anécdota de cuando el rey se dispuso a comer las sardinas con cubiertos. “Maestá, asín no, con los deos”, fue lo que el espetero le indicó al monarca, cuentan las crónicas de la época.